(Palabras pronunciadas por María Carolina Rodríguez ante la Sala Plena del Consejo de Estado el 13 de julio de 2016, en su calidad de aspirante a ocupar el cargo de Magistrada de la Sección Segunda de esa Corporación).
Honorables Presidente y Vicepresidente del Consejo de Estado, doctores Danilo Rojas y Jorge Octavio Ramírez.
Honorables Consejeras y Consejeros de Estado. Apreciados Colegas y cibernautas: Buenos días.
En primer lugar, permítanme expresarles mis agradecimientos por haber sido citada a esta Sala Plena. Haber llegado hasta aquí constituye un gran honor para mí.
En segundo lugar, permítanme contestar a su pregunta (la de por qué quiero ser Magistrada) como lo hice en oportunidad anterior, destacando algunos aspectos de mi hoja de vida laboral y personal que me definen como ser humano y como profesional del Derecho, a saber:
Nací en Bogotá en el hogar conformado por una mujer muy especial y un importante jurista de este país que, además de docente, escritor e historiador, fue también Consejero de Estado, pero sobre todo un extraordinario ser humano, padres que ya partieron de este mundo y que lograron dejarme un gran legado de enseñanzas, valores y principios. Tengo una familia a la que adoro y es una prioridad en mi vida.
Egresé con honores de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia hace más de 31 años y soy Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad Santo Tomás.
Mi experiencia profesional ha transcurrido en diversos frentes, lo cual me ha permitido adquirir un perfil muy integral como abogada que, estoy segura, sería de gran utilidad en la Rama Judicial. En efecto, fuí empleada tanto del sector público, como privado. He sido docente universitaria, litigante, asesora, árbitro de la Cámara de Comercio y Conjuez.
Así mismo, he hecho algunos escritos y en ocasiones he sido conferencista nacional e internacional. Actualmente, mantengo contacto con la academia a través del Centro Colombiano de Derecho Procesal Constitucional.
En la misma condición de asesora, he adelantado varios procesos de contratación estatal, en los cuales me destaqué por mi pulcritud y transparencia.
A lo largo de estos 31 años, no sólo he acumulado una gran cantidad de experiencia profesional, sino que también he trabajado y continúo trabajando en mi crecimiento personal, para ser cada día una mejor persona, para adquirir y fortalecer habilidades que pondría al servicio de la justicia, tales como: liderazgo, organización, disciplina, gran capacidad de trabajo, calidad humana, capacidad de negociación e inteligencia emocional.
Honorables Magistrados, anhelo llegar a la Magistratura para ejercerla con los siguientes criterios, que son mis valores y principios y han estado presentes a lo largo de mi vida profesional y personal, a saber:
Rigor jurídico, honestidad, responsabilidad, carácter, imparcialidad e independencia, prudencia, discreción y sensibilidad social. Esta última la aprendí de mi padre, entre otras situaciones, cuando lo acompañaba de niña a hacer brigadas jurídicas en algunos barrios marginados de Bogotá.
En síntesis, considero que para acceder a la Magistratura no solo hay que ser un buen jurista, sino también un buen ser humano y, con respecto a este punto, respetuosamente quiero compartir con ustedes mis apuntes sobre unas importantes reflexiones que hace unos meses le escuché al Decano de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, Dr. Juan Carlos Forero Ramírez, en un evento académico en el que se preguntaba: Qué clase de abogados están egresando de nuestras facultades de Derecho? y qué clase de seres humanos somos?. Refirió que cada hora y 20 minutos se gradúa un abogado y que ha observado cómo los estudiantes de primer año comienzan con una gran vocación social que se va perdiendo a medida que avanza la carrera. Terminan ésta con algo que denominó “anestesia empática” y que significa no ser capaces de ponerse en el lugar del otro.
Nos recomendó leer “Justicia poética”, de Martha Nussbaum, filósofa norteamericana y profesora de derecho y ética en la Universidad de Chicago. En su apasionante libro, insta a los jueces a leer literatura, en especial novelas, porque éstas generan y aceleran el sentimiento empático (o sea ponerse en los zapatos del otro) para no estar desconectados de la realidad. Sin esta conexión, explicó el Decano, no podemos ser abogados y mucho menos jueces. Pero no se trata solo de leer, sino de una verdadera comprensión literaria, en especial de las novelas, ojalá epistolares. A través de la identificación con los personajes, nos facilita reconocer en los demás sus virtudes y sus derechos aunque no compartamos plenamente sus emociones y motivaciones. Yo agregaría que nos permite ver a cada persona como un individuo que tiene una historia para contar y analizar el contexto en donde transcurre la trama. Nos permite ejercer la imaginación y abrirle la puerta a la compasión. Según Martha Nussbaum, “el juez literario tiene una mejor comprensión de la totalidad de los hechos que el juez no literario”.
Continuó el Decano, explicando que la literatura, el arte, la poesía y la música producen un efecto en la glándula pineal que nos hace más empáticos y mejores personas. Y finalizó con unas frases que me impactaron sobremanera y repetiré en este recinto con profundo respeto hacia ustedes: La mejor reforma a la justicia no consiste en cambiar el sistema de elección de los magistrados, sino en elegir jueces que sean mejores seres humanos. Mientras más se asciende en la carrera judicial, dijo, hay más derecho, pero menos justicia. No podemos ser mejores abogados y jueces, si no somos mejores seres humanos.
Y concluyó diciendo: Es desolador un despacho de un juez o la oficina de un abogado en el que solamente haya libros de derecho, porque habrá mucha juridicidad, pero no se asomará la justicia.
Honorables Magistrados: Renuevo hoy con ustedes y con el país entero mi compromiso público de ejercer el cargo de Consejera de Estado con los criterios que he mencionado y, en suma, con uno que los contiene a todos: La integridad.
Permítanme convertirme en uno de los jueces colombianos que con total abnegación y honestidad prestan el servicio público más importante en una sociedad: El de administrar justicia, el cual tiene inusitada importancia en estos momentos en los que se han suscrito los primeros acuerdos para la Paz y se da comienzo a una etapa totalmente nueva, desconocida y aún temida para muchos colombianos, la del post-conflicto.
“SI QUIERES LA PAZ, LUCHA POR LA JUSTICIA!”, dijo el Papa Pablo VI. Y a propósito de la paz, hago una reflexión final con una frase que escuché recientemente de un educador: “LA PAZ DEL MUNDO EMPIEZA EN TU MUNDO”, a la que agrego: “LA JUSTICIA DEL MUNDO TAMBIÉN COMIENZA EN TU MUNDO INTERIOR”. Muchas gracias.